miércoles, 22 de octubre de 2014

HUIR DE LOS SOCIAL.VOLVERNOS FUGITIVOS DE GUERRA


Cuando nuestro manifiesto es un llamamiento y ejercicio de guerra contra la sociedad, no lo declaramos tan solo un sentido metafórico, o quizás podría serlo en los términos de que la sociedad como tal es una ilusión ficticia, ya que no entendemos por sociedad una forma estática o algo determinado, lo que llaman sociedad es un constante desarrollo de relaciones, constructos, disciplinas y producciones de verdad. La guerra que proponemos pretende e invita a desfigurar este tipo de sujeciones por las cuales funcionan esas relaciones productivas, es un fin en sí misma, no parte de la antesala de un programa de revolución siguiente. Cuando hablamos de la guerra, hablamos de la revuelta, no lo hacemos solo en un sentido práctico de violencia subversiva, sino mucho más como la suma de espontáneas lineas de fuga de lo social; huir de la sociedad como acción de guerra y no de indiferencia. Devenir anónimo, desidentificarnos en una constante desubjetivización. Una huída parecida a la que nos decían Deleuze y Guatarri sobre la locura –“…la fuga esquizofrénica no consiste tan sólo en alejarse de lo social, en vivir al

domingo, 12 de octubre de 2014

¿Por qué el mundo está ignorando a los kurdos revolucionarios en Siria?

En 1937, mi padre se ofreció como voluntario para luchar en las Brigadas Internacionales en defensa de la República española. Un posible golpe fascista había sido detenido temporalmente por la sublevación de los obreros, encabezada por los anarquistas y socialistas, y en gran parte de España una auténtica revolución social se produjo, lo que llevó a ciudades enteras en autogestión democrática, industrias bajo el control de los trabajadores, y el fortalecimiento radical de las mujeres.
Los revolucionarios españoles esperaban crear una visión de una sociedad libre que todo el mundo podría seguir. En cambio, las potencias mundiales declararon una política de “no intervención” y mantuvieron un bloqueo riguroso de la república, incluso después de que Hitler y Mussolini, signatarios ostensibles, comenzaron a mandar tropas y armas para reforzar el lado fascista. El resultado fue años de guerra civil que terminó con la derrota de la revolución y algunas de las masacres más sangrientas de un siglo sangriento.

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